El síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV- 2), descubierto a fines de 2019, es la causa de la enfermedad COVID-19. Tanto el SARS-CoV-2 como el SARS-CoV, la causa de la epidemia de SARS de 2002, son del género betacoronavirus y están estrechamente relacionados. La transmisión del SARS- CoV-2 se produce principalmente a través del contacto cercano con pacientes infectados a través de gotitas respiratorias expulsadas, generalmente al toser o estornudar.
Las pruebas para anticuerpos de inmunoglobulina G (IgG) son de particular interés ya que se producen en grandes cantidades e indican una infección previa o en recuperación de patógenos. También se sabe que los niveles altos de IgG marcan la inmunidad a un patógeno. Además, los anticuerpos IgG pueden ser un buen marcador de la eficacia del tratamiento de COVID-19 y la inmunización exitosa contra el SARS-CoV-2. Sin embargo, los anticuerpos IgG contra el SARS-CoV-2 no suelen aparecer en niveles detectables hasta 10-20 días después de la aparición de los síntomas.
Se recomienda que las muestras de los pacientes se repitan semanalmente para controlar el aumento y estabilización de los anticuerpos IgG anti-SARS-CoV-2.